LA IDENTIDAD FEMENINA: DECONTRUCCION


CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA Y MASCULINA DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO.

Históricamente las relaciones entre hombres y mujeres han estado marcadas por las desigualdades que ha impuesto el patriarcado, como forma de predominio del hombre sobre la mujer, lo cual le ha permitido el control de la sociedad, de las formas de pensamiento, del sistema de valores y la instauración de estructuras hegemónicas, que le permite mantenerse, en un estatus superior, que les da privilegios económicos, políticos, sociales culturales y porque no decir religiosos.

La necesidad de cambiar esta situación, ha sido una lucha constante de nosotras las mujeres y de los movimientos de mujeres, por romper con la discriminación y la esclavitud que nos ha mantenido sometidas como madres, abuelas, hijas, hermanas y esposa, por muchos siglos y que nos ha negado la posibilidad de construir nuestra propia historia, desde nuestra propia cosmovisión del mundo, de nuestras propias formas de vivir y enfrentar la vida como mujeres, madres, profesionales, como autoras y protagonistas del desarrollo de la sociedad; de igual manera, por las pocas posibilidades y oportunidades que hemos tenido de participar en espacios de toma de decisiones transcendentales para nuestra vida personal, profesional y político- social. Las Instituciones (públicas y privadas) y las Leyes constitucionales han sido creadas a la medida de los hombres, con sus propias concepciones del mundo, sus valores y construcciones sociales que se han reproducido de generación en generación y que aún hoy en nuestros días continúan vigentes.

Estas y otras situaciones, son el resultado de la construcción y predominio del patriarcado, el cual históricamente ha generado por un lado, una concepción equivocada de la relación entre el ser humano y la naturaleza, y por otro, una concepción utilitarista la cual ha llevado no sólo a la explotación de la mujer, sino a la explotación y destrucción de la naturaleza misma.

Es en este contexto, que abordaré la influencia del Patriarcado en la construcción de la identidad Femenina y Masculina desde la perspectiva del enfoque de Género.  Primeramente abordare ¿Qué es el Género, de de qué trata este asunto?; en un segundo momento, abordare brevemente algunas ideas sobre el predominio de la mujer en la prehistoria; en un tercer momento, colocaré el acento en la Influencia del patriarcado en la construcción de la Identidad Femenina y Masculina y finalmente abordaré las posibilidades de desintegración del Patriarcado hoy en nuestros días.   

¿Qué es el Género, de qué se trata?

Se podrían decir, que es un abordaje teórico y práctico, que plantea una manera de tratar y analizar las relaciones socios históricas, políticas, económicas y culturales, establecidas entre hombres y mujeres y propone ideas para disminuir las desigualdades sociales y la búsqueda de la equidad.

De igual manera, se puede definir como una cuestión revolucionaria, que pretender abordar las desigualdades, la relación entre dominantes y dominadas. Permite develar las relaciones de poder, de discriminación, desigualdad e inequidad, desde una perspectiva histórica, para su transformación.

Boff (2004), considera que hablar de género es hablar a partir de un modo particular en el mundo, fundado por un lado en el carácter biológico y por otro lado, en el hecho social, cultural, ideológico.  El fenómeno del género atraviesa las sociedades históricas, saca a la luz los conflictos entre hombres y mujeres. Su desafío principal es saber cómo redefinir las relaciones de género, para construir una alternativa que salve la humanidad y el planeta mismo.

EL PREDOMINIO DE LA MUJER EN LA PREHISTORIA.

En un principio de la vida humana (período paleolítico y neolítico) las relaciones sociales entre mujeres y hombres estaban determinadas por una organización social cultural que tenía a la base un sistema de valores, que permitían el establecimiento de relaciones armoniosas, de solidaridad, cooperación entre los mismos seres humanos y con la naturaleza misma.  Hombres y mujeres vivían en comunidad, la necesidad fundamental era la sobrevivencia. En este estadio primitivo de desarrollo existía un alto grado de respeto hacia la naturaleza, a la vida misma. La identidad individual de hombres y mujeres se generaba en el mundo de la colectividad, la colaboración, el respeto y aceptación de unos a los otros.

En este periodo histórico de desarrollo de la humanidad, la mujer asumía un papel importante en la conservación y la reproducción de la vida, en el desarrollo del arte y la cultura; se involucraban directamente en las actividades productivas y de sobrevivencia de la familia. Tal como lo dice Eisler (2008 Pág. 2), “el mayor énfasis parecía estar en la asociación de la mujer con el dar y mantener la vida”.

En el período del arte paleolítico, según excavaciones realizadas, se expresaban ciertas formas religiosas, en donde por medio de los símbolos y objetos se representaba la figura femenina, conocida como la Diosa Madre, la cual jugaba un rol muy preponderante en el desarrollo de la cultura y las creencias religiosas de la sociedad, se consideraba como la cabeza de la sagrada familia.

Sin embargo, esta primacía de la Diosa Madre, de esa figura femenina que simbolizaba a la mujer, no implicaba que ella tuviese un poder mayor sobre el hombre, a pesar de ser la cabeza de la familia y de las formas de organización de las familias (clanes). Las relaciones sociales seguían siendo de cooperación, de respeto y colaboración entre hombres y mujeres. Su identidad individual era menos egocéntrica y más altruista, ya que no existían relaciones de poder, sino relaciones de solidaridad y de armonía entre los seres humanos. Eisler (2008 Pág. 2), considera “que el hecho de que las mujeres desempeñaran un papel preponderante y vigoroso en la vida y religión prehistórica, no significa, que los hombres fueran vistos y tratados como inferiores, ya que aquí tanto los hombres como las mujeres eran hijos de la Diosa”.  

Boff (2004, pág. 45), le denomina a este período histórico Matriarcado, cuyo fin se sitúa hacia el año 2000 a.C”….”es a partir de este momento que el mundo comenzó a pertenecer a los hombres fundándose el patriarcado, base del machismo y de la dictadura social del masculinísimo”.  Esta perspectiva nos muestra que el patriarcado no ha existido siempre, por tanto, se puede trata de disminuir, si no es, desintegrar su predominio de dominación y destrucción  en la sociedad.

INFLUENCIA DEL PATRIARCADO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA Y MASCULINA.

Iniciare este apartado definiendo ¿qué es el patriarcado? : Hablar del Patriarcado, implica asumir una postura crítica sobre algunos conceptos que lo fundamentan como es el antropocentrismo, el cual considera al hombre como centro del universo, en donde todo lo que existe debe girar en torno a él y por consiguiente debe estar a su servicio; el sociocentrismo que de igual manera, considera al hombre en el centro de la sociedad, el gestor del desarrollo de la sociedad y la construcción de su historia; y por último, el sexocentrismo, visión que marca la dominación de un sexo por otro, que a pesar de que exista una estructura biológica-hormonal diferentes, no justifica las formas de diferenciación, discriminación y exclusión socio cultural e históricas a las que hemos estado sometidas las mujeres. 

 Boff (2004, Pág., 49), considera que el patriarcado “son todas las formas de antifeminismo antiguo y moderno que se basan en la dominación del hombre sobre la mujer”….se constituye  como realidad histórico social y como categoría de análisis”.

A partir de los conceptos anteriores, hombres y mujeres hemos ido construyendo nuestra propia identidad; identidad que ha estado determinada por las condiciones sociales, económica política, culturales y religiosas que cada uno y una ha vivido y experimentado históricamente, por la asignación de roles y funciones que se han establecido a partir de la diferenciación de los sexos, por el conjunto de relaciones sociales que se establecen entre hombres y mujeres (de dominación más que de cooperación y respeto); por las formas de organización social de la sociedad (ellos instauran, controlan y dominan los sistemas institucionales, las normas, las leyes), las cuales relegan a la mujer a un segundo plano.

Como bien lo dice Boff (2004, Pág. 42), “vivimos en una sociedad capitalista, altamente competitiva que oprime estructuralmente a la mujer”. Una sociedad construida por hombres, diseñada a su medida y a su beneficio económico, político y social-cultural y religioso, por supuesto que oprime a la mujer individual y colectivamente.

Como es obvio, todos estos aspectos que hacen parte de un todo, caracterizados por el patriarcado, han determinados el papel que históricamente se le ha asignado a hombres y mujeres. Los hombres representados por el poder patriarcal han influido y decidido desde el plano público, la construcción de los marcos institucionales, jurídicos, científicos y tecnológicos de la sociedad y han relegado y excluido a la mujer al plano privado, consignándola a la función reproductora, a la maternidad y crianza de sus hijos/as, como también, a las actividades domesticas.

Esta realidad es mejor comprendida si se aborda en uno de los planos de mayor influencia del patriarcado como es el plano familiar, que es de carácter privado. Las mujeres por lo general somos producto de generaciones que han sufrido la explotación, la marginación, la violencia, el abuso sexual, la exclusión social, desde variados ámbitos (económico, político, religioso, social) por el hecho mismo de ser mujer. Se nos asignan un conjunto de roles que determinan nuestra identidad como mujeres, madres e hija, por ejemplo: en el hogar realizamos actividades que son asignadas exclusivamente para mujeres (lavar ropa, lavar trastos, barrer, trapear, cuidar los niños; a las niñas jugar con muñecas, no subirse a los árboles porque es peligroso para las niñas, no jugar con carritos porque son para niños y por supuesto, no usar el color celeste porque esté, ha sido asignado para los hombres; de igual manera, se suma a estas acciones un conjunto de actitudes de sumisión y obediencia a su padre como cabeza del hogar  y a sus hermanos mayores, como representantes del sexo masculino.  

De igual manera, todo lo realizado por mujeres se convierte en una prohibición para los niños y los hombres y adicionalmente el hecho de no llorar y de expresar sentimientos libremente. A los hombres se les asigna los roles que les permita mostrar sus fuerzas físicas en relación a los objetos, sentirse y reconocerse como hombre (”macho”) saber decidir, mandar, conducir y dominar. Deben ser libres, fuertes e independientes. 

Boff (2004, pág. 60), considera que el patriarcado “usurpa el principio masculino solo para el hombre, haciendo que éste se considere el único poseedor de racionalidad, de mando y de construcción de la sociedad, relegando a la mujer a lo privado y a las tareas de dependencia, considerándola como un apéndice, objeto de adorno y de satisfacción. Al no integrar lo femenino, el hombre se volvió rígido y se deshumanizó”

Todo lo anterior, muestra una construcción de identidades de hombres y mujeres fragmentadas, fundamentadas en las diferencias a partir del sexo y en las desigualdades de género; en el desarrollo de práctica y actitudes más egocéntricas que altruistas. Esta situación ha llevado a la creación de un sistema de valores, de preconceptos, estereotipos y prácticas que han influenciado nuestro accionar, nuestra actitud frente a la vida y al mundo, nuestra construcción del yo y la relación con el nosotros. Es decir, han determinado la construcción de nuestra propia identidad como mujeres  y como hombres. 

LAS POSIBILIDADES DE DESINTEGRACIÓN DEL PATRIARCADO HOY EN NUESTROS DÍAS.  
Iniciaré este último apartado con algunas ideas de Capra (1992, Pág. 15), quien en su libro “El Punto Crucial” dice los siguiente: “sabemos que durante los últimos tres mil años la civilización occidental y sus precursores, como también la mayoría de las demás civilizaciones se han basado en un sistema filosófico, social y político en el que el hombre por la fuerza, por presión, ritos, tradiciones y leyes, lenguaje, costumbres, ceremonias, educación, trabajo, determinan el papel que las mujeres deben o no desempeñar y por el cual la mujer está siempre sometida al hombre” de igual manera....”Las instituciones han influido en las ideas más fundamentales sobre la naturaleza humana, la naturaleza del “hombre”, en lenguaje patriarcal y sobre la relación del individuo con el universo”.

Después de estas ideas que resalta Capra en su libro “El Punto Crucial”, vale la pena hacerse la siguiente pregunta:
ü  ¿Deberá la sociedad  actual y sobre todo las mujeres, seguir sometida a las estructuras injustas de dominación, discriminación y desigualdad establecidas históricamente por una parte de la sociedad, el cual se le denominada patriarcado?
ü  ¿Cuáles son las posibilidades actuales de desintegración que tiene el patriarcado?
ü  ¿Cuál deberá ser el papel de la mujer en el desarrollo de relaciones de reciprocidad?

Hablar de las posibilidades de desintegración de la estructura patriarcal, de su predominio histórico, en y sobre la humanidad y el planeta, es hablar de una cuestión  fundamentalmente Ética; implica asumir una postura responsable como individuo, ante la  necesidad de los cambios que hoy en día exige y demanda la sociedad, en especial la metamorfosis  en la relación mujer - hombre, hombre-mujer.

Morin en su libro Método 6, (2004, pág. 109) nos habla de la Ética de la responsabilidad. Él plantea “La consciencia de responsabilidad es lo propio de un individuo sujeto dotado de autonomía… la responsabilidad necesita no obstante ser irrigada por la solidaridad, es decir de pertenencia a una comunidad”.  La ética de la responsabilidad coloca la urgencia de asumir de manera responsable nuestros propios actos, la necesidad de ser uno/una mismo/a y experimentar el principio de pertenencia y de solidaridad con los suyos, con su grupo, con la comunidad a la que pertenece, sin exclusión; sin embargo, esto pasa precisamente porque el individuo debe ser  autocritico que como bien dice Morin (2004, pág. 104) “es el mejor auxiliar contra la ilusión egocéntrica y para la apertura al prójimo”…”puede darnos conciencias de nuestras insuficiencias  y de nuestras suficiencias. La autocritica conduce a la modestia, en ocasiones a la humildad.”        

A partir de lo anterior, la desintegración del patriarcado, pasa precisamente por una cuestión ética,  que implica reconocer que estamos en un quiebre importante en la historia del desarrollo de la humanidad, que estamos viviendo en un mundo donde gran parte de las mujeres hemos asumido conciencia del daño histórico que ha causado y sigue causando el patriarcado a la mujer como individuo, a la humanidad  y al planeta tierra; muchas mujeres hemos asumido mayor conciencia de nuestro papel como mujeres, que no somos sólo reproductoras de la vida, sino autoras y protagonistas de nuestra  propia historia y del desarrollo de la sociedad.

Hoy en día los movimientos de mujeres como formas de organización social, han realizado importantes esfuerzos por desmontar esta estructura de opresión y de dominación en la sociedad. Boff (2004, pág. 60) afirma que “el movimiento de mujeres por un lado puso en jaque el proyecto del patriarcado y llevó a cabo la desconstrucción de las relaciones de género, organizadas bajo el signo de la opresión y de la dependencia, y por el otro lado inauguró relaciones más simétricas entre los géneros.        

Sin embargo, en todo este proceso, se reconoce al hombre como un ser diferente pero hechos de la misma naturaleza. Ambos constituyendo la fuente de la vida, tal como lo afirma Boff (2004, Pág., 49) “la naturaleza es profundamente igualitaria; aunque diferentes, hombres y mujeres se encuentran en el mismo estadio humano, y viven, a partir de ahí, su cara a cara. La relación que surge es dialogal, circular, autoimplicativa. Cada uno representa una propuesta para el otro, que siente la necesidad de dar una respuesta. De este juego autoimplicativo entre propuestas y respuesta nace la responsabilidad de uno por el otro y el cuido de las relaciones reciprocas”.
La reciprocidad tal como dice Boff (2004), “no significa complementariedad, implica independencia del uno para el otro”. Cada uno construye su propia identidad sobre la base de las diferencias, respetándose cada uno como persona humana, como ser diferente uno del otro.

Finalizo planteando que la desintegración del patriarcado pasa precisamente, porque cada una de nosotras asumamos un compromiso con nuestra propia historia, de traspasar la barrera que se nos han colocado y desafiarlas desde todos los planos de la vida personal y social, asumiendo la ética de la lealtad y no traicionar nuestra propia verdad y conservar nuestra dignidad, para sí y para el prójimo.     

 REFERENCIAS

Boff, L. y Muraro, R. M. (2004), Editorial Trotta, España.   
Capra, F. (1992). El Punto Crucial, Ciencias, Sociedad y Cultura. Editorial & Estaciones. Buenos Aires, Argentina.
Eisler, R. (1987) El Cáliz y la Espada, Cuatro Vientos, Editorial, Santiago, Chile.

Morín, E. (2006), El Método VI. Ética. Colección Teorema Madrid.

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