CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD
FEMENINA Y MASCULINA DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO.
DRA.NORMA AZUCENA FLORES RETANA
UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR
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Históricamente las relaciones entre hombres y mujeres han
estado marcadas por las desigualdades que ha impuesto el patriarcado, como
forma de predominio del hombre sobre la mujer, lo cual le ha permitido el
control de la sociedad, de las formas de pensamiento, del sistema de valores y
la instauración de estructuras hegemónicas, que le permite mantenerse, en un
estatus superior, que les da privilegios económicos, políticos, sociales
culturales y porque no decir religiosos.
La necesidad de cambiar esta situación, ha sido una
lucha constante de nosotras las mujeres y de los movimientos de mujeres, por
romper con la discriminación y la esclavitud que nos ha mantenido sometidas como
madres, abuelas, hijas, hermanas y esposa, por muchos siglos y que nos ha
negado la posibilidad de construir nuestra propia historia, desde nuestra
propia cosmovisión del mundo, de nuestras propias formas de vivir y enfrentar
la vida como mujeres, madres, profesionales, como autoras y protagonistas del
desarrollo de la sociedad; de igual manera, por las pocas posibilidades y
oportunidades que hemos tenido de participar en espacios de toma de decisiones
transcendentales para nuestra vida personal, profesional y político- social. Las
Instituciones (públicas y privadas) y las Leyes constitucionales han sido
creadas a la medida de los hombres, con sus propias concepciones del mundo, sus
valores y construcciones sociales que se han reproducido de generación en
generación y que aún hoy en nuestros días continúan vigentes.
Estas y otras situaciones, son el resultado de la
construcción y predominio del patriarcado, el cual históricamente ha generado por
un lado, una concepción equivocada de la relación entre el ser humano y la
naturaleza, y por otro, una concepción utilitarista la cual ha llevado no sólo
a la explotación de la mujer, sino a la explotación y destrucción de la
naturaleza misma.
Es en este contexto, que abordaré la influencia del Patriarcado
en la construcción de la identidad Femenina y Masculina desde la perspectiva
del enfoque de Género. Primeramente
abordare ¿Qué es el Género, de de qué trata este asunto?; en un segundo momento,
abordare brevemente algunas ideas sobre el predominio de la mujer en la
prehistoria; en un tercer momento, colocaré el acento en la Influencia del patriarcado
en la construcción de la Identidad Femenina y Masculina y finalmente abordaré
las posibilidades de desintegración del Patriarcado hoy en nuestros días.
¿Qué es el Género, de qué se trata?
Se podrían decir,
que es un abordaje teórico y práctico, que plantea una manera de tratar y analizar
las relaciones socios históricas, políticas, económicas y culturales,
establecidas entre hombres y mujeres y propone ideas para disminuir las
desigualdades sociales y la búsqueda de la equidad.
De igual
manera, se puede definir como una cuestión revolucionaria, que pretender
abordar las desigualdades, la relación entre dominantes y dominadas. Permite
develar las relaciones de poder, de discriminación, desigualdad
e inequidad, desde una perspectiva histórica, para su transformación.
Boff (2004), considera que hablar de género es hablar a partir
de un modo particular en el mundo, fundado por un lado en el carácter biológico
y por otro lado, en el hecho social, cultural, ideológico. El fenómeno del género atraviesa las sociedades
históricas, saca a la luz los conflictos entre hombres y mujeres. Su desafío
principal es saber cómo redefinir las relaciones de género, para construir una
alternativa que salve la humanidad y el planeta mismo.
EL PREDOMINIO DE LA MUJER EN LA
PREHISTORIA.
En un principio de la vida humana (período paleolítico
y neolítico) las relaciones sociales entre mujeres y hombres estaban
determinadas por una organización social cultural que tenía a la base un
sistema de valores, que permitían el establecimiento de relaciones armoniosas,
de solidaridad, cooperación entre los mismos seres humanos y con la naturaleza
misma. Hombres y mujeres vivían en
comunidad, la necesidad fundamental era la sobrevivencia. En este estadio
primitivo de desarrollo existía un alto grado de respeto hacia la naturaleza, a
la vida misma. La identidad individual de hombres y mujeres se generaba en el
mundo de la colectividad, la colaboración, el respeto y aceptación de unos a
los otros.
En este periodo histórico de desarrollo de la
humanidad, la mujer asumía un papel importante en la conservación y la
reproducción de la vida, en el desarrollo del arte y la cultura; se
involucraban directamente en las actividades productivas y de sobrevivencia de la
familia. Tal como lo dice Eisler (2008 Pág. 2), “el mayor énfasis parecía estar en la asociación de la mujer con el dar
y mantener la vida”.
En el período del arte paleolítico, según excavaciones
realizadas, se expresaban ciertas formas religiosas, en donde por medio de los
símbolos y objetos se representaba la figura femenina, conocida como la Diosa
Madre, la cual jugaba un rol muy preponderante en el desarrollo de la cultura y
las creencias religiosas de la sociedad, se consideraba como la cabeza de la sagrada
familia.
Sin embargo, esta primacía de la Diosa Madre, de esa
figura femenina que simbolizaba a la mujer, no implicaba que ella tuviese un
poder mayor sobre el hombre, a pesar de ser la cabeza de la familia y de las
formas de organización de las familias (clanes). Las relaciones sociales
seguían siendo de cooperación, de respeto y colaboración entre hombres y
mujeres. Su identidad individual era menos egocéntrica y más altruista, ya que
no existían relaciones de poder, sino relaciones de solidaridad y de armonía
entre los seres humanos. Eisler (2008 Pág. 2), considera “que el hecho de que las mujeres desempeñaran un papel preponderante y
vigoroso en la vida y religión prehistórica, no significa, que los hombres
fueran vistos y tratados como inferiores, ya que aquí tanto los hombres como
las mujeres eran hijos de la Diosa”.
Boff (2004, pág. 45), le denomina a este período histórico Matriarcado, cuyo fin se sitúa
hacia el año 2000 a.C”….”es a partir de este momento que el mundo comenzó a
pertenecer a los hombres fundándose el patriarcado, base del machismo y de la
dictadura social del masculinísimo”.
Esta perspectiva nos muestra que el patriarcado no ha existido siempre, por
tanto, se puede trata de disminuir, si no es, desintegrar su predominio de
dominación y destrucción en la sociedad.
INFLUENCIA DEL PATRIARCADO EN LA
CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA Y MASCULINA.
Iniciare este apartado definiendo ¿qué es el
patriarcado? : Hablar del Patriarcado, implica asumir una postura crítica sobre
algunos conceptos que lo fundamentan como es el antropocentrismo, el cual
considera al hombre como centro del universo, en donde todo lo que existe debe girar
en torno a él y por consiguiente debe estar a su servicio; el sociocentrismo
que de igual manera, considera al hombre en el centro de la sociedad, el gestor
del desarrollo de la sociedad y la construcción de su historia; y por último,
el sexocentrismo, visión que marca la dominación de un sexo por otro, que a
pesar de que exista una estructura biológica-hormonal diferentes, no justifica
las formas de diferenciación, discriminación y exclusión socio cultural e
históricas a las que hemos estado sometidas las mujeres.
Boff (2004, Pág., 49), considera que el
patriarcado “son todas las formas de antifeminismo antiguo y moderno que se
basan en la dominación del hombre sobre la mujer”….”se
constituye como realidad histórico
social y como categoría de análisis”.
A partir de los conceptos anteriores, hombres y
mujeres hemos ido construyendo nuestra propia identidad; identidad que ha estado
determinada por las condiciones sociales, económica política, culturales y
religiosas que cada uno y una ha vivido y experimentado históricamente, por la
asignación de roles y funciones que se han establecido a partir de la
diferenciación de los sexos, por el conjunto de relaciones sociales que se establecen
entre hombres y mujeres (de dominación más que de cooperación y respeto); por
las formas de organización social de la sociedad (ellos instauran, controlan y
dominan los sistemas institucionales, las normas, las leyes), las cuales
relegan a la mujer a un segundo plano.
Como bien lo dice Boff (2004, Pág. 42), “vivimos en una sociedad capitalista,
altamente competitiva que oprime estructuralmente a la mujer”. Una sociedad
construida por hombres, diseñada a su medida y a su beneficio económico,
político y social-cultural y religioso, por supuesto que oprime a la mujer
individual y colectivamente.
Como es obvio, todos estos aspectos que hacen parte de
un todo, caracterizados por el patriarcado, han determinados el papel que
históricamente se le ha asignado a hombres y mujeres. Los hombres representados
por el poder patriarcal han influido y decidido desde el plano público, la
construcción de los marcos institucionales, jurídicos, científicos y
tecnológicos de la sociedad y han relegado y excluido a la mujer al plano
privado, consignándola a la función reproductora, a la maternidad y crianza de
sus hijos/as, como también, a las actividades domesticas.
Esta realidad es mejor comprendida si se aborda en uno
de los planos de mayor influencia del patriarcado como es el plano familiar,
que es de carácter privado. Las mujeres por lo general somos producto de
generaciones que han sufrido la explotación, la marginación, la violencia, el
abuso sexual, la exclusión social, desde variados ámbitos (económico, político,
religioso, social) por el hecho mismo de ser mujer. Se nos asignan un conjunto
de roles que determinan nuestra identidad como mujeres, madres e hija, por
ejemplo: en el hogar realizamos actividades que son asignadas exclusivamente
para mujeres (lavar ropa, lavar trastos, barrer, trapear, cuidar los niños; a
las niñas jugar con muñecas, no subirse a los árboles porque es peligroso para
las niñas, no jugar con carritos porque son para niños y por supuesto, no usar
el color celeste porque esté, ha sido asignado para los hombres; de igual
manera, se suma a estas acciones un conjunto de actitudes de sumisión y
obediencia a su padre como cabeza del hogar
y a sus hermanos mayores, como representantes del sexo masculino.
De igual manera, todo lo realizado por mujeres se
convierte en una prohibición para los niños y los hombres y adicionalmente el
hecho de no llorar y de expresar sentimientos libremente. A los hombres se les
asigna los roles que les permita mostrar sus fuerzas físicas en relación a los
objetos, sentirse y reconocerse como hombre (”macho”) saber decidir, mandar, conducir
y dominar. Deben ser libres, fuertes e independientes.
Boff (2004, pág. 60), considera que el patriarcado “usurpa el principio masculino solo para el
hombre, haciendo que éste se considere el único poseedor de racionalidad, de
mando y de construcción de la sociedad, relegando a la mujer a lo privado y a
las tareas de dependencia, considerándola como un apéndice, objeto de adorno y
de satisfacción. Al no integrar lo femenino, el hombre se volvió rígido y se
deshumanizó”.
Todo lo anterior, muestra una construcción de
identidades de hombres y mujeres fragmentadas, fundamentadas en las diferencias
a partir del sexo y en las desigualdades de género; en el desarrollo de
práctica y actitudes más egocéntricas que altruistas. Esta situación ha llevado
a la creación de un sistema de valores, de preconceptos, estereotipos y
prácticas que han influenciado nuestro accionar, nuestra actitud frente a la
vida y al mundo, nuestra construcción del yo y la relación con el nosotros. Es
decir, han determinado la construcción de nuestra propia identidad como
mujeres y como hombres.
LAS POSIBILIDADES DE DESINTEGRACIÓN
DEL PATRIARCADO HOY EN NUESTROS DÍAS.
Iniciaré este último apartado con algunas ideas de
Capra (1992, Pág. 15), quien en su libro “El Punto Crucial” dice los siguiente:
“sabemos que durante los últimos tres mil
años la civilización occidental y sus precursores, como también la mayoría de
las demás civilizaciones se han basado en un sistema filosófico, social y
político en el que el hombre por la fuerza, por presión, ritos, tradiciones y
leyes, lenguaje, costumbres, ceremonias, educación, trabajo, determinan el
papel que las mujeres deben o no desempeñar y por el cual la mujer está siempre
sometida al hombre” de igual manera....”Las
instituciones han influido en las ideas más fundamentales sobre la naturaleza
humana, la naturaleza del “hombre”, en lenguaje patriarcal y sobre la relación
del individuo con el universo”.
Después de estas ideas que resalta Capra en su libro
“El Punto Crucial”, vale la pena hacerse la siguiente pregunta:
ü
¿Deberá
la sociedad actual y sobre todo las
mujeres, seguir sometida a las estructuras injustas de dominación,
discriminación y desigualdad establecidas históricamente por una parte de la sociedad,
el cual se le denominada patriarcado?
ü
¿Cuáles
son las posibilidades actuales de desintegración que tiene el patriarcado?
ü
¿Cuál
deberá ser el papel de la mujer en el desarrollo de relaciones de reciprocidad?
Hablar de las posibilidades de desintegración de la
estructura patriarcal, de su predominio histórico, en y sobre la humanidad y el
planeta, es hablar de una cuestión
fundamentalmente Ética;
implica asumir una postura responsable como individuo, ante la necesidad de los cambios que hoy en día exige
y demanda la sociedad, en especial la metamorfosis en la relación mujer - hombre, hombre-mujer.
Morin en su libro Método 6, (2004,
pág. 109) nos habla de la Ética de la responsabilidad. Él plantea “La consciencia de responsabilidad es
lo propio de un individuo sujeto dotado de autonomía… la responsabilidad
necesita no obstante ser irrigada por la solidaridad, es decir de pertenencia a
una comunidad”. La ética de la
responsabilidad coloca la urgencia de asumir de manera responsable nuestros
propios actos, la necesidad de ser uno/una mismo/a y experimentar el principio
de pertenencia y de solidaridad con los suyos, con su grupo, con la comunidad a
la que pertenece, sin exclusión; sin embargo, esto pasa precisamente porque el
individuo debe ser autocritico que como
bien dice Morin (2004, pág. 104) “es el
mejor auxiliar contra la ilusión egocéntrica y para la apertura al prójimo”…”puede
darnos conciencias de nuestras insuficiencias
y de nuestras suficiencias. La autocritica conduce a la modestia, en
ocasiones a la humildad.”
A partir de lo anterior, la desintegración del patriarcado,
pasa precisamente por una cuestión ética,
que implica reconocer que estamos en un quiebre importante en la
historia del desarrollo de la humanidad, que estamos viviendo en un mundo donde
gran parte de las mujeres hemos asumido conciencia del daño histórico que ha
causado y sigue causando el patriarcado a la mujer como individuo, a la
humanidad y al planeta tierra; muchas
mujeres hemos asumido mayor conciencia de nuestro papel como mujeres, que no
somos sólo reproductoras de la vida, sino autoras y protagonistas de nuestra propia historia y del desarrollo de la sociedad.
Hoy en día los movimientos de mujeres como formas de
organización social, han realizado importantes esfuerzos por desmontar esta
estructura de opresión y de dominación en la sociedad. Boff (2004, pág. 60)
afirma que “el movimiento de mujeres por
un lado puso en jaque el proyecto del patriarcado y llevó a cabo la
desconstrucción de las relaciones de género, organizadas bajo el signo de la
opresión y de la dependencia, y por el otro lado inauguró relaciones más
simétricas entre los géneros.
Sin embargo, en todo este proceso, se reconoce al
hombre como un ser diferente pero hechos de la misma naturaleza. Ambos
constituyendo la fuente de la vida, tal como lo afirma Boff (2004, Pág., 49) “la
naturaleza es profundamente igualitaria; aunque diferentes, hombres y mujeres
se encuentran en el mismo estadio humano, y viven, a partir de ahí, su cara a
cara. La relación que surge es dialogal, circular, autoimplicativa. Cada uno
representa una propuesta para el otro, que siente la necesidad de dar una
respuesta. De este juego autoimplicativo entre propuestas y respuesta nace la
responsabilidad de uno por el otro y el cuido de las relaciones reciprocas”.
La reciprocidad tal como dice Boff (2004), “no significa complementariedad, implica
independencia del uno para el otro”. Cada uno construye su propia identidad
sobre la base de las diferencias, respetándose cada uno como persona humana,
como ser diferente uno del otro.
Finalizo
planteando que la desintegración del patriarcado pasa precisamente, porque cada
una de nosotras asumamos un compromiso con nuestra propia historia, de
traspasar la barrera que se nos han colocado y desafiarlas desde todos los
planos de la vida personal y social, asumiendo la ética de la lealtad y no
traicionar nuestra propia verdad y conservar nuestra dignidad, para sí y para
el prójimo.
REFERENCIAS
Boff, L. y Muraro, R. M. (2004), Editorial Trotta,
España.
Capra, F. (1992). El Punto Crucial, Ciencias,
Sociedad y Cultura. Editorial & Estaciones. Buenos Aires, Argentina.
Eisler, R. (1987) El Cáliz y la Espada, Cuatro
Vientos, Editorial, Santiago, Chile.
Morín, E. (2006), El Método VI. Ética. Colección
Teorema Madrid.
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